En muchas familias encontramos padres que han construido una relación de pareja muy unida. Hasta aquí, nada negativo: sentirse acompañados y apoyados es un pilar importante en la vida adulta. El problema aparece cuando esa unión se convierte en fusión.
La fusión significa que la pareja funciona casi como una sola persona: piensan igual, deciden lo mismo, uno se adapta siempre al otro y, en ocasiones, toda la energía está puesta en mantener esa unión. Desde fuera puede parecer un matrimonio ejemplar, pero en la práctica los hijos pueden crecer sintiendo que no hay espacio propio para ellos.
¿Qué consecuencias puede tener en los hijos?
- Falta de validación individual: no se sienten vistos como personas únicas, sino como parte del engranaje familiar.
- Sensación de vacío interno: al no haber recibido una mirada diferenciada, pueden crecer con la sensación de que "algo falta".
- Dificultad para tomar decisiones: si el modelo siempre fue adaptarse al otro, cuesta aprender a escuchar y respetar la propia voz.
- Relaciones de dependencia: de adultos, pueden buscar vínculos muy absorbentes o, al contrario, huir de la intimidad por miedo a perderse en el otro.
Un vacío que no siempre se ve
No hablamos de abandono ni de maltrato, sino de una carencia más sutil: la de un espacio emocional propio. Ese vacío, aunque invisible desde fuera, puede doler profundamente y marcar la manera en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás.
El respaldo de la teoría familiar
El psiquiatra Salvador Minuchin, creador de la Terapia Familiar Estructural, introdujo el concepto de enmeshment (enredo o fusión), para describir aquellas familias donde los límites entre los miembros son difusos y no hay espacio para la autonomía individual. Este modelo ayuda a comprender por qué, incluso en hogares aparentemente funcionales, los hijos pueden sentirse atrapados en dinámicas que limitan su identidad y su libertad emocional.
Por su parte, el también psiquiatra Murray Bowen, pionero en la Terapia Familiar Sistémica, desarrolló la noción de diferenciación del self, es decir, la capacidad de mantener una identidad propia dentro del grupo familiar sin perder la conexión con los demás. Según Bowen, cuando la pareja parental está demasiado fusionado los hijos tienen más dificultades para lograr esa diferenciación, lo que se traduce en inseguridad, dependencia o sensación de vacío.
El camino hacia la sanción
Reconocer estas dinámicas es el primer paso. Después, se trata de aprender a mirarse con más ternura, a escucharse y a darse un lugar que quizás no se tuvo en la infancia. El vacío no se llena con más exigencia ni con más dependencia: se llena con autocuidado, autocompasión y vínculos sanos que respeten la individualidad.
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